



Hace un poco más de un año, publiqué una entrada sobre un maletín de pinturas, mangado a nuestra hija, que servidor había empezado a customizar para convertirlo en funda para transportar un
netbook. La cosa no quedó ahí, lo pinté, lo barnicé, lo forré con cartón pluma recubierto de terciopelo negro y papel de un regalo que le habían hecho a nuestra sufrida hijita.
Le añadi cantoneras y bisagras de latón, así como un asa de cuero.
Tendré que pensar en un
post sobre la customización del
netbook, un aparatito que funciona bajo Güindous XP, un sistema operativo más feo y más chungo que unos
chaps de pana marrón.