
No tengo ni puta idea de vinos blancos, de hecho nunca me atrevo a comprar. Me regalaron una botellas de
Ínigo Amézola blanco y, sorprende, de verdad. Lo descorché para acompañar un
gâteau de fromage au Gruyère, una especie de
quiche. Unos amigos lo sirvieron con unas navajas a la plancha y se quedaron encantados. Muy recomendable.